En las reuniones de equipo, en la vida diaria e incluso en las discusiones más triviales, hay un patrón que se repite: queremos tener la razón. Pero, ¿por qué ocurre esto?
Una mirada humana
La necesidad de tener la razón no es solo un tema de ego. Nuestro cerebro busca coherencia y validación. Cuando nuestras ideas son aceptadas, sentimos seguridad y pertenencia. Por el contrario, cuando alguien nos contradice, lo percibimos, casi instintivamente, como una amenaza.
Este fenómeno está muy relacionado con el sesgo de confirmación: la tendencia natural de las personas a buscar, interpretar y recordar la información que respalde lo que ya creemos.
En términos simples, nuestro cerebro filtra la realidad para proteger nuestras creencias, incluso cuando la evidencia dice lo contrario.
Diversos estudios de neurociencia han demostrado que cuando defendemos nuestras opiniones y logramos reafirmarlas, se activan en el cerebro áreas vinculadas al sistema de recompensa, como el núcleo accumbens. En otras palabras, tener la razón genera una sensación de placer comparable a la de otras recompensas sociales o materiales.
El costo de querer ganar siempre
El problema surge cuando la necesidad de “ganar” una conversación se pone por encima de la colaboración. En entornos de trabajo, esto puede frenar la innovación, generar tensiones y hacer que las personas callen por miedo a equivocarse.
En tecnología y gestión, campos donde me desempeño, sabemos que equivocarse rápido y aprender es parte del progreso. Sin embargo, ese aprendizaje no florece si la cultura castiga el error y premia únicamente al que “tiene la razón”.
¿Qué podemos hacer como líderes?
1. Liderar con humanidad: reconocer cuando no sabemos algo o cuando nos equivocamos.
2. Visibilizar el aprendizaje en el error.
3. Premiar las preguntas tanto como las respuestas correctas.
4. Fomentar la curiosidad: cambiar el “tengo razón” por el “quiero entender”.
5. Practicar la escucha activa: oír para comprender, no solo para responder.
Una invitación
La próxima vez que sintamos esa urgencia de demostrar que nuestra idea es la correcta irrefutablemente, vale la pena detenerse un segundo y preguntarse: ¿Quiero tener la razón o quiero construir la mejor solución en conjunto?
En mi experiencia liderando equipos de TI, los mayores avances no han surgido de la certeza de alguien, sino de la apertura y participación de todos.
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